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El mundo de Auntermian, habitado por seres míticos, conocidos solo por leyendas de tiempos remotos entre los humanos, parece haberse unido con la Tierra, mientras una fuerte inestabilidad se apodera de él ¿Qué ocurrirá en estas lejanas tierras de leyenda?
 
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29/11/2010 Nuevos monstruos añadidos al bestiario

 

 El amanecer perdido

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AutorMensaje
Erik
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Erik


El amanecer perdido Vampiro

Ficha de Personaje
Nivel: 1
Experiencia::
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MensajeTema: El amanecer perdido   El amanecer perdido EmptyLun Dic 06, 2010 10:15 pm

Cae la noche en la ciudad de los árboles. El tiempo ha pasado ya largo rato sumergido en las sombras nocturnas, y por las calles solo quedan bribones y poetas. La roja lágrima del cielo deja caer su brillo sobre la tierra, como si se tratase de una corona de sangre. Las estrellas son leves faros titilantes que orbitan alrededor del gran astro que rompe la negrura. Hace también tiempo que los sonidos del animado día han decidido morir, ahora solo quedan los ecos de una ciudad dormida sobre la que caminan sombras. Como es de esperarse, pocos caminan entre las pasarelas, y muchos de los que lo hacen, no van con buenas intenciones. Probablemente sean las horas más inseguras de oscuridad.

Sobre uno de los tejados de una silenciosa casa, largo tiempo sus luces ya apagadas, descansaba la oscura silueta mirando al vacío del bosque que se extendía en todas direcciones. El viento de las alturas hacía ondear los jirones de su capa y su despeinado cabello, que caía sobre el meditabundo rostro. Era un ser que había tenido una vida dura, una vida corta que apenas acababa de empezar. El vampiro estaba envuelto de nuevo en el recuerdo de sus pecados, no había día que no rememorara los sucesos.

Había sido una noche como aquella, pero no era lo que ahora, o tal vez lo era más que ahora. Se había rendido a la voz que desde su despertar había llamado su atención. Caminó en el bosque con las fieras, cazando con ellas, aullando con ellas. Habían pasado días desde que volviera al mundo de los vivos con ese horrible sabor metálico en la boca, y ni siquiera el agua era capaz de calmar aquella ardiente sed. No pasaría mucho tiempo hasta que su retorcida y confusa mente descubriera que era lo que buscaba. Le atacaron confundiéndolo con un excéntrico vagabundo. Se abalanzaron sobre él armados, pretendiendo tomar su vida y sus escasas pertenencias. Sin embargo, el animal que era no sabía razonar y solo se movió por impulsos. No pasó tiempo hasta que el líquido carmesí resbaló por su garganta. Era una de las pocas cosas que recordaba. La cicatriz en su mejilla era el recuerdo imborrable del suceso.

Poco a poco, su mente, huidiza y enterrada entre brumas sangrientas, logró sobreponerse a la dominación de la bestia. Solo recordaba ser Erik, y nada más. No sabía si era aquella bestia que había acabado con aquellas personas para saciar su sed, o aquel individuo confuso que había despertado en el claro de un bosque de raíces retorcidas. Solo sabía ser Erik, y solo sabía haber matado. Una retorcida y olvidada moral sembró sus cicatrices en el corazón del despertado, que a partir de ese momento viviría una vida de viajero, buscando redimir las penas que nacían enterradas en lo más profundo de su ser. Se buscaba a si mismo y a aquello capaz de limpiar la sangre que empapara sus manos. Y a pesar de todo, a pesar de haber recuperado su ser en aquella dura liza, la bestia no le abandonó. Aún oía sus promesas tentadoras de poder y gloria, pero algo, tal vez el temor de dejar de ser un ser racional definitivamente, le impedían aceptarlas.

Y ahora, tras tres largos años de vagabundeo infructuoso, sin descubrir nada sobre sí, descansaba sobre los edificios de una dormida ciudad. Le gustaba la sensación acariciante del viento, como si le reconfortara aquel impersonal roce. Dormiría, seguía paseando a la luz del día como hacían casi todos, y durmiendo en la noche, como un recuerdo de una olvidada vida anterior. Sin embargo, temía dormir. Cuando dormía, los recuerdos del pecado volvían, las promesas tentadoras susurraban y soñaba con hechos que nunca creía haber vivido… o tal vez sí, quién sabía. Soñaba el brillo de las espadas y el dolor de los golpes, la risa de un niño y las lágrimas de un anciano. Veía el fuego y el hielo, la vida la muerte… Veía la muerte caer sobre él, y luego la vida volviendo a su ser… ¿Qué era aquello?

¿Acaso… no encontraré nada… más que en los sueños? –Se preguntó a si mismo, lanzando su pausada y torpe voz al frío cielo nocturno. También el mismo se respondió, desde el fondo de su ser, en forma de voz aterciopelada y retorcida. Solo en su mente oyó estas palabras – Sabes que podrías… si me escucharas alguna vez… –Esta vez, la respuesta que podía oír en los recovecos de su alma, una voz que él, y solo él era capaz de oír, no parecía provenir de la misma persona que desesperanzada se preguntaba. Era muy distinta, era La Bestia Dormida en su interior.

La ignoró. Sabía que sus promesas no traían más que muerte. Sus ojos del tono de la noche y el mar oscuro se fijaron en el bosque de allí abajo, donde florecía la vida nocturna. Eran como él, seres apartados de la luz, pero ninguno luchaba por regresar a ella. Nacieron en la oscuridad y vivían en ella ¿Y él? Él buscaba regresar, aunque supiera que era una esperanza vacua…
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