La mirada se dirigió por última vez a la bestia, ya muerta, luego, se dirigió a Kenneth y le puso una mano en su hombro y una mirada algo preocupada.
-¿Estás bien? - añadió segundos antes de girarse de nuevo, luego se agachó y cogió su daga, para luego entregársela en mano.
-Toma, esto es tuyo. - extendiendo la mano con su daga en ella.
Luego, de nuevo con la misma mirada que antes, como un destello fugaz miró a la bestia, muerta, inerte en aquel lugar, a continuación se acomodó su túnica con gestos dulces.
-Vamos, antes de que el hedor a sangre y a muerte atraiga a otras bestias peor que esta... y en tu estado, yo que tu buscaría una posada. - dijo mientras empezaba a caminar grácilmente y sonreía muy alegremente, como una doncella paseando por su jardín en un verano caluroso, tal y como si aquello no hubiera pasado.